
Historia de un sueño.
Cierto día caímos en la cuenta de que el molino de aceite permanecía allí, como esperando, silencioso, confinado en el corralón de atrás de la ermita, entre capiteles romanos y las trazas mudéjares del edificio. Tantas veces que habíamos ido desde la infancia a la Virgen del Ara, por devoción y vinculación familiar, y sin embargo, el viejo molino nos había pasado desapercibido.
Percatarnos ahora de su presencia y levantar la mirada a aquel paisaje de siempre, fue todo uno: el tejido de olivares y acebuches que bajaba por la ladera, entre dehesas de encinas y variados matorrales, hasta donde los fresnos y los álamos revelan al paseante el lento discurrir de los arroyos, de la misma Rivera del Ara.
Aquellos parajes cuya historia habían registrado alternancias de prosperidad y penuria, parecían reclamar en estos tiempos, por vía de la añoranza, una nueva oportunidad de regeneración. ¿Por qué no?. La imaginación nos traía estampas de otra época, cuadrillas de jornaleros entre varas, espuertas y carros para una producción limitada, pero selecta, porque el producto lo era y no dejaría de serlo.
La escasa rentabilidad, la obsolescencia de los procedimientos de elaboración, una cierta desidia en su promoción, acabaría por relegar un producto tan especial a un consumo secundario. Parecía condenado al olvido.
Pero la cultura gastronómica y la difusión que ha experimentado en las últimas décadas, alcanza hoy niveles de refinamiento entonces inimaginados.
Esa cultura es la que ha repuesto el aceite al lugar eminente que el vino siempre supo conservar entre nosotros.
Entonces pensamos que había llegado el momento.¿Por qué mantener nuestros olivares, sus aceitunas de tan singular variedad y su aceite ajenos a este fenómeno? Quizás la misma Virgen del Ara, tan desconocida, reclamaba un mayor conocimiento y una devoción más amplia de la que hasta entonces le habíamos profesado.
...y el viejo molino aceitero que permanecía allí, en silencio, como esperando, volvió a girar. Y con él, de algún modo misterioso, también la prensa de viga y quintal de la que ya nadie guarda memoria.
Cómo sería ese aceite de entonces no lo podemos saber. Sí cómo es el que ofrecemos hoy, resultado de una aventura empresarial única que queremos compartir contigo.